
Los inicios de Gelsa
16 junio, 2025
El Gran Viaje de Gelsito y sus Amigos
16 junio, 2025Hace mucho tiempo, en un reino flotante entre nubes resplandecientes y cielos dorados por el sol, nació una niña llamada Liora. Desde pequeña, soñaba con ayudar a su madre y cambiar su destino. Cada día regresaba a casa con entusiasmo, contando todo lo que había aprendido.
Pero aquel reino tenía una regla injusta: al nacer, cada persona recibía una cifra sobre la cabeza, del 0 al 100, que determinaba cuánta suerte y éxito tendría en su vida. Liora y su madre compartían un “10”, una cifra baja que las marcaba a donde fueran.
Al cumplir 19 años, Liora salió por primera vez en busca de un trabajo. Lo que encontró fue rechazo, desprecio y puertas cerradas, todo por ese número que la seguía como una sombra. Triste y sin fuerzas, se alejó por los valles de nubes.
Fue entonces cuando, entre la impotencia y tristeza, se cruzó con una figura oscura. No tenía rostro claro, solo una sombra con ojos penetrantes y voz grave que parecía surgir del viento.
-No lo intentes —dijo la figura. Nada va a cambiar. Naciste con un “10” y eso es todo lo que serás. Lo que eres ya está escrito.
Liora, cansada y herida, bajó la mirada. Por un instante, creyó en sus palabras. Se sintió pequeña, insignificante. Cayó de rodillas, derrotada.
Pero justo entonces, a su lado, entre un arbusto de nubes suaves, algo se movió. Era una oruga, envuelta en su capullo, que comenzaba a abrirse. Liora, entre lágrimas, observó cómo la criatura se transformaba. Poco a poco, emergió una mariposa, desplegando alas de colores imposibles, y voló hacia el cielo.
Liora sintió un nudo en el pecho. Si una oruga podía cambiar, ¿por qué ella no? Pero luego pensó más allá: no se trataba solo de cambiarse a sí misma. Quizá no necesitaba adaptarse al sistema, sino imaginar uno nuevo. ¿Y si, en lugar de vivir en un mundo donde los números definían a las personas, construía una nueva sociedad donde lo que importara fuera lo que cada uno aportaba y no eras discriminada por un número? Una sociedad donde nadie naciera limitado por una cifra, sino impulsado por sus actos y las oportunidades que les brindaran por igual; ella sería esa oportunidad que aquellos con números bajos necesitaban.
Con ese pensamiento, se puso de pie, secó sus lágrimas y comenzó a caminar con renovada esperanza. Y entonces, la vio: una pequeña cabaña en lo alto, con una cálida luz en su interior y un cartel en la puerta: “Paga todo para Todos”. Allí la recibió una joven de rizos dorados y sonrisa sincera. Pero no estaba sola. Dentro de la cabaña, Liora vio a varias personas reunidas, conversando, riendo suavemente, como si se conocieran de toda la vida. Todos tenían algo en común: ninguno tenía número sobre su cabeza.
Liora sintió algo moverse en su pecho. Era la primera vez que veía rostros que no llevaban una cifra flotante, y aun así todos parecían llenos de luz y valor. Antes de decir una palabra, la joven de rizos le tendió un sobre de color rojo, sellado con una pequeña estrella dorada. Dentro, había una tarjeta con una superficie plateada en el centro, como las de los juegos de raspar.
-Ráspalo —le dijo con una sonrisa-. A veces, la suerte también se descubre.
Liora tomó la tarjeta entre sus dedos temblorosos y raspó con la uña la franja brillante. Poco a poco, comenzaron a aparecer palabras. No era una cifra. Era una frase.
“Tu valor no se mide en números, sino en lo que ofreces con el alma.”
Liora sintió que el aire regresaba a sus pulmones. Por primera vez, alguien le ofrecía no una etiqueta, sino un rastro de esperanza.
La joven la miró con dulzura, como quien sabe algo que otros han olvidado.
-Has venido al lugar correcto. Tengo justo lo que necesitas… aunque puede que no sea lo que esperas.
Le mostró una esfera brillante que contenía dados, luces y símbolos flotantes: el Dado del Equilibrio.
-Esta esfera no revela tu suerte, revela tu impacto -explicó. Cada vez que hagas el bien sin esperar nada, este dado brillará.
Y si llega a su punto máximo… todas las cifras caerán.
Liora aceptó el desafío en silencio. Sostuvo la esfera contra su pecho, como quien guarda un secreto precioso. Agradeció con una mirada y salió de la cabaña.
Al caminar unos metros más allá por el sendero de nubes, algo la hizo detenerse. Giró la cabeza para ver una vez más aquella cabaña… pero ya no estaba. Desaparecida por completo, como si nunca hubiese existido. Solo quedaba la sensación de esperanza, el silencio y la certeza de que algo en su interior había cambiado para siempre.
Ya no pensaba igual. Sabía que su camino no era esperar que le dieran suerte. Su misión era construir un mundo donde la suerte no fuera un privilegio asignado, sino un derecho que se ganara con acciones y bondad.
Volvió a su hogar sin contarle a nadie lo que había descubierto. En cambio, empezó a actuar. Ayudó a su madre, dio palabras de aliento a los ignorados, creó oportunidades donde no las había. Y con cada gesto, el dado brillaba más.
Pasaron los meses. Liora no cambió su cifra, cambió corazones. Inspiró a otros con acciones pequeñas pero poderosas. Hasta que un día, sin aviso, las cifras comenzaron a desvanecerse en el cielo como polvo de estrellas. Ya nadie fue definido por un número. Solo por quién era y qué ofrecía al mundo.
Nadie supo que fue Liora quien cambió el destino del reino. Pero ella lo sabía. Y eso bastaba. Porque, aunque nació con lo que todos llamaban infortunio, por suerte y por voluntad, fue guiada por aquella cabaña que le dio a la suerte un nuevo significado.
Y así, Liora, la joven del “10”, le dio a la suerte el giro más grande que jamás se había visto.
Hija de la Colocadora de Apuestas Carmen Johanna Ascencio, de la SPT Oriente OF.
